“¡Tus golpes no sólo hieren mi cuerpo, golpean mi corazón. Me hacen duro y rebelde, terco, torpe y agresivo.
Tus golpes me hacen sentir miserable, pequeño e indigno de ti, … mi héroe, me llenan de amargura, bloquean mi capacidad de amar, crecen mis temores y nace en mí el odio.
Papi, tus golpes me alejan de ti, me enseñan a mentir, cortan mi iniciativa, mi creatividad y mi alegría. … ¡No me golpees más!
Soy débil e indefenso ante tu fuerza; tus golpes enlutan mi camino y, sobre todo, endurecen mi alma.
Recopilado por el Profr. Juan Orcillez Guzmán.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario