miércoles, 15 de abril de 2009

REFLEXIONES 24


CCCXIV ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ.
Porque la amamos, porque admiramos su obra y, sobre todo, por su coraje mostrado al enfrentarse a ese mundo adverso en que le tocó vivir como ser humano y como mujer, por eso, Pensionados y Pensionistas, le rendimos este homenaje póstumo en que recordamos su subida al cielo el 17 de abril de 1695.
La amamos porque nos ha dado mucho de sí misma en sus pensamientos y en sus sentimientos reflejados en su extensa obra poética que refleja su autodidactismo deslumbrante iniciado en su niñez al aprender a leer a los tres años en una Amiga, escuela en que se formaban las mujeres de su época y después de abrevar los conocimientos de los clásicos griegos, latinos y españoles al grado de haber obtenido un premio a los ocho años derivado de un concurso organizado por el Párroco de la Asunción, realizado con motivo de las festividades del Corpus Christi en donde, con una loa al Santísimo Sacramento, obtuvo un libro.
La amamos por su deseo insatisfecho de ir a la Universidad, en esa época, privilegio exclusivo de los varones pero que derivó en haberse ido a radicar a la ciudad de México a casa de Don Juan Mata, allegado a la Corte del Virrey en donde fue dama de compañía de la virreina y sorprendió a propios y extraños por sus conocimientos excepcionales acerca de diversas áreas del conocimiento humano, al grado de haber sido sometida a un examen realizado ante cuarenta sabios convocados al efecto a tal grado que el Virrey, ya en España, comentaba que Sor Juana parecía un Galeón Real embestido por cuarenta chalupitas. Así de grandioso era el conocimiento que había adquirido Sor Juana.

Esta etapa de su vida en la Corte decidió su futuro pues si conoció el amor humano, como lo dice en uno de sus sonetos: “Al que amante me sigue, dejo ingrata,/ al que ingrato me deja, busco amante,/ dentrambos modos infeliz me veo, …/ entonces conoció la gratitud y la ingratitud, el amor y el desamor.

Decidió entrar a un convento, enferma, sale, pero no quita el dedo del renglón, se hará religiosa. Finalmente toma los hábitos y tiene tiempo para dedicarse a sus libros, a escribir poemas por encargo y a escribir, por gusto, un papelillo al que llaman: “El Sueño” que es un sueño creado en vigilia, estando despierta, un sueño poético que es la poetización como sueño del sueño vital fracasado. En este poema descuella sobre todo el saber filosófico. El sentido esencial del sueño y del poema entero es el sentimiento de la dificultad del trabajo intelectual y de la decepción que le aguarda. Con el sueño, Sor Juana se propone dar expresión poética a la experiencia capital de su vida, la del fracaso de su afán de saber: no es posible obtener el conocimiento absoluto de las cosas. Empieza y termina con las dos soberbias imágenes astronómicas y polémicas de la lucha de la noche con la luz de las estrellas y con la luz del sol. Al Sueño lo acompañan otros cuatro temas conexos con él: el anochecer, el dormir, el despertar y el amanecer.
El obispo de Puebla le pide a Sor Juana, para su publicación, una crítica a un sermón del Padre Vyeira, jesuita que habla sobre cual de todas es la mayor fineza de Cristo. Posteriormente, con el pseudónimo de Sor Filotea de la Cruz le recrimina su osadía y la conmina a dedicarse más a su vida religiosa. Sor Juana escribe su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz en donde narra su vida y explica el porqué de sus ansias de saber.

Amamos a Sor Juana por su sencillez al desempeñar acciones en la cocina, pero sobre todo, al hacer reflexiones filosóficas y científicas afirmando que si Aristóteles se hubiera acercado a la cocina, muchas otras cosas nos hubiera enseñado.

Amamos a Sor Juana por su dedicación a sus hermanas de hábito cuando enfermaron de peste maligna y que por lo mismo contrajo la enfermedad y con ello le vino la muerte el 17 de abril de 1695.

Todo lo anterior nos debe hacer reflexionar que una vida como ser humano y como mujer que nos permita transformar nuestra realidad y nos haga alcanzar sueños, bien vale la pena vivirla e imitarla.

Hoy, desde lo profundo de nuestro corazón, hagamos una oración por quien fue, es y seguirá siendo voz viva de México porque aquí se abrieron sus ojos y se paseó su sonrisa: Sor Juana Inés de la Cruz.


Profr. Julián Rivera López.

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