martes, 15 de septiembre de 2009

REFLEXIONES

Interpretación de Juan Orcillez Guzmán.

Había una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles soñando en lo que serían de grandes.
El primer arbolito vio a las estrellas y dijo: “Quiero guardar tesoros, seré el baúl del tesoro más hermoso del mundo”.
El segundo, vio un pequeño arroyo y dijo: “Yo quiero viajar a través del mar y llevar reyes poderosos. ¡Seré el barco más importante más importante del mundo!”
El tercero, dijo: “Yo no quiero irme de la cima; quiero crecer tan alto que cuando la gente me mire, eleven su mirada al cielo y piensen en Dios. ¡Seré el árbol más alto del mundo!
Los años pasaron, llovió, brilló el sol y los pequeños árboles crecieron. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador dijo: “¡Que árbol tan hermoso!” Y con la fuerza de su hacha, tiró al primer árbol. El segundo leñador dijo: ¡Qué árbol tan fuerte!” Y arremetiendo con su hacha, cayó el segundo árbol. El tercer leñador dijo: ¡Bah, cualquier árbol es bueno!” Y cayó el tercero. El primer árbol se emocionó al llegar a la carpintería … y el carpintero lo convirtió en una caja de alimento para animales. No fue cubierto con oro ni llenado de tesoros. El segundo árbol sonrió al ser llevado a un embarcadero … pero fue cortado y convertido en un simple bote de pescar. No podría navegar en un océano ni transportar a reyes. El tercer árbol estaba confundido, pues el leñador lo cortó para hacer simplemente tablas … y lo abandonó en un almacén de madera. Así no pudo quedarse en la cumbre para estar cerca de Dios. Días y noches pasaron. Los tres árboles ya habían olvidado sus sueños. Una noche la luz de una estrella dorada alumbró al primer árbol, cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en la caja de alimento, diciendo: “¡Este pesebre es hermoso!” El primer árbol reaccionó y se percató que contenía ¡el Tesoro más grande del mundo! Una tarde, un viajero cansado y sus amigos se subieron al bote de pesca. El viajero se quedó dormido y, de pronto, una impresionante y aterradora tormenta llegó y el pequeño árbol se atemorizó. El hombre cansado despertó y alzando su mano calmó la tormenta. El segundo árbol supo que él llevaba navegando al ¡Rey del cielo y de la tierra! Un viernes en la mañana, el tercer árbol se extraño cuando sus tablas fueron tomadas. Se asustó al ser llevado a través de una impresionante multitud enfurecida. Se llenó de temor cuando unos soldados clavaron las manos de un hombre en su madera. Se sintió feo, áspero y cruel, ensangrentado. Pero el domingo siguiente, cuando el sol brilló por la mañana, el tercer árbol supo que cuando la gente lo viera, todos pensarían en Dios, y eso sería mucho mejor que ser el árbol más alto del mundo. Así que en vez de sentirte deprimido por no haber logrado lo que anhelabas, siéntete feliz porque Dios está pensando en algo mejor para ti.

“LA OTRA MUJER”

Después de veintiún años matrimonio, descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor: había comenzado a salir con otra mujer …
Mi esposa lo sabía y me dijo: “Tú sabes que la amas. La vida es muy corta, dedícale tiempo”. Sin embargo, yo protesté: - “Pero yo te amo a ti”. Ella me contestó: - “Losé, pero también la amas a ella”. La otra mujer , a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hace diez y nueve años. Las exigencias de mi trabajo y mis tres hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.— “¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?” - “Creí que sería agradable pasar un tiempo contigo, los dos solitos ¿Qué opinas? “Respondí”. Reflexionó sobre ello un momento.—”Me agradaría muchísimo” dijo. Mientras conducía para recogerla, me encontraba algo nervioso, era el nerviosismo que antecede a una cita … y ¡por Dios! Cuando llegué ella también estaba emocionada: me esperaba en la puerta con su viejo abrigo, se había rizado el pelo y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel. Fuimos a un restaurante, no muy elegante, sí muy acogedor, mi madre se aferró a mi brazo como si fuera “la primera dama de la nación”. Al sentarnos, le leí el menú, sus ojos ya no leían las letras pequeñas. Mi madre me miraba y una sonrisa nostálgica se delineaba en sus labios.— “Era yo quien leía el menú cuando eras pequeño, ¿Recuerdas? Durante la cena tuvimos una agradable conversación … hablamos tanto que nos perdimos de ir al cine. —“Saldré contigo otra vez, pero si me dejas invitarte yo”, dijo mi madre cuando la llevé a casa. Asentí, la besé y la abracé. — “¿Cómo estuvo tu cita?” preguntó mi esposa. — “Muy agradable”, contesté, mucho más de lo que imaginé”. Días más tarde mi madre murió de un infarto masivo … Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, con una nota que decía: “La cena está pagada. Como sabía que no podía estar, la pagué para dos: para ti y para tu esposa. Jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mí. ¡Te amo!

Recopilado por Juan Orcillez Guzmán.